miércoles, noviembre 22, 2006

Crónica de un lustro en los Balcanes (2006)

Un buen momento para evaluar una larga experiencia es cuando se le pone fin y se decide cambiar de horizontes; no es la primera vez que pensamos sobre el tema pero si es primera vez que escribimos sobre ella. De muchas maneras, la experiencia en Kosovo y Bosnia Herzegovina es bastante más profunda que aquellas en Grecia, Eritrea y otros tantos lugares. Quizás porque la estadía en el corazón de la ex-Yugoslavia, trabajando en algunas de sus antiguas repúblicas y visitando otras, en un territorio que se extendía desde Austria a Grecia (espacio hoy cubierto por ocho países) ha sido la más larga y profunda en experiencias.

Los Balcanes, su diversidad y sus proverbiales violencias, han sido inspiración a muchos viajeros desde Rebecca West (“He venido hasta Yugoslavia para ver lo que significa la historia en carne y sangre”) hasta Robert Kaplan, atraídos por su riqueza cultural y difíciles relaciones interétnicas. Y las muchas guerras que se han anidado y fermentado en sus tierras lo hacen ejemplar en la construcción y destrucción de reinos, imperios, federaciones, del desplazamiento de poblaciones y de saqueos del patrimonio cultural.

Croacia, Bosnia y Herzegovina, Serbia y su provincia de Kosovo han tenido una relación muy difícil una vez que se desbaratan los principios comunistas de Yugoslavia y percolan las viejas rivalidades. Como si durante el comunismo la hermandad dirigida por el Ejército Nacional Yugoslavo (JNA) hubiera zanjado esas rivalidades. Estaban simplemente durmientes; y despiertan por luchas de poder en las que el antiguo poder hegemónico serbio intenta mantener su control de Yugoslavia. Ello genera los consabidos sangrientos conflictos que se esparcieron a paciencia del Occidente; así, una vez más, los Balcanes fueron un laboratorio de experiencias geopolíticas. Hasta aquel día que, después de tres años de bombardeo esporádico y temibles francotiradores en la calles de Sarajevo, un obús cae en el abarrotado mercado de la ciudad y marca el inicio del fin. Y aun no se sabe la verdad sobre quien fue responsable de la bomba; en un acto quizás no tan inverosímil de extremismo balcánico, se dice que los mismos musulmanes lo hacen para despertar a la comunidad internacional (Algo que consiguen). ¿Una vez más un atentado en Sarajevo genera repercusiones? No es la primera vez. Recuérdese las consecuencias del asesinato de 1914 ocurrido a un centenar de metros de ese mercado.

En los Balcanes uno está en constante trato con gentes de diferentes nacionalidades, diferentes religiones, diferentes opiniones políticas; unos añoran, otros son optimistas, otros son patrióticos pero no nacionalistas, otros profundamente nacionalistas bordeando en lo criminal. Y si hay algún lugar en la que uno se encuentra con la “viva” historia de tiempos inmemoriales es en cada esquina y en la mente de sus habitantes. Con sólo pasear por la muy turca y austriaca y yugoslava ciudad Sarajevo uno encuentra hitos que generaron grandes conflictos: la esquina donde se asesinó a Franz Ferdinand, heredero de Austria, y que inició la Primera Guerra Mundial; el mausoleo a Prinzip, el asesino, anarquista serbio; los peñones que rodean la ciudad de donde fue bombardeada y sitiada durante tres años desde 1992. Si hay alguna ciudad de sobrevivientes que siguen allí para contarla esa ciudad es Sarajevo. Los habitantes de Sarajevo, Bosnia y todos los Balcanes tienen una memoria histórica profunda, encontrando explicaciones a la más reciente guerra en más de 90 años de actitudes y reacciones; pasando, por supuesto, por la veneración de Tito, responsable de haber fomentado la identidad étnica musulmán de Bosnia, una veneración no compartida por las otras repúblicas, aun si Tito era de origen croata y esloveno. No cabe duda que en la complejidad de la región cualquier explicación simplista a los problemas políticos lo dejan a uno muy incómodo, especialmente aquellos que esgriman la religión (que fue en lo último que pensaron los grupos étnicos); pero por otro lado uno vacila en como tratar las varias opiniones que se escucha sobre el tema.

Kaplan se pregunta: “Como se ve la tierra en lugares donde se han cometido atrocidades? ¿Hay acaso un mal olor... , algo del paisaje que pueda incriminar? Lo cierto es que nuestra experiencia en la región ha estado constantemente matizada por eventos de destrucción y muerte por el mismo carácter de nuestras ocupaciones diarias: sea investigando las enormes fosas comunes o excavando entierros aislados en los caseríos de alta montaña. Para contestar, literalmente, a Kaplan, la densa vegetación de los bosques es muchas veces un fino velo que no logra esconder aun las tierras removidas para las grandes fosas o simples hoyos. Y ocurre evaluando la destrucción de iglesias ortodoxas y mezquitas, o auscultando el suelo en busca de restos de piedras originales en los terrenos baldíos donde solían existir las grandes mezquitas del siglo XVI, cuando Bosnia fue favorecida por un Pachá nativo con buena posición en Estambul, o de las iglesias ortodoxas construidas desde el siglo XII en Kosovo por el rey Stefan Dušan, en tierras poco después perdidas a manos de los turcos. La derrota de Kosovo Polje (campo de cuervos) de 1389 es exactamente la razón por la cual Serbia insiste en preservar el territorio de la gloriosa derrota. No es aleatorio que Milošević iniciara su programa nacionalista serbio en tal lugar, arengando a los serbios de Kosovo (que son 10% de la población) diciéndoles que de allí nadie los saca; y por supuesto iniciando una fuerte represión contra los musulmanes de la provincia.

Para contestarle metafóricamente a Kaplan, en tierras destruidas se retorna a una normalidad muy vigilada por tropas extranjeras en la que resucitan mezquitas en tierras serbias, iglesias ortodoxas en tierras musulmanes, iglesias católicas en ambas, etc. Un retorno lento a la normalidad donde la nueva democracia multipartidaria remplaza al monolítico socialismo, con socialistas reformados, liberales, todos un poco nacionalistas, buscando defender sus intereses –sobretodo económicos, aquellos mismos por los cuales se iniciaron las guerras, en la forma de posesión exclusiva de tierras dado que antes estaban todos mezclados; y de allí los dramáticos programas de limpieza étnica –algo supuestamente que no pasaría nunca más. Ahora los musulmanes, croatas y serbios se defienden en debates parlamentarios interétnicos, pues Bosnia ha sido reorganizada por la comunidad internacional como una mini Yugoslavia. Una decisión riesgosa la de rearmar un país bajo un molde que claramente no funcionó.

La investigación de los desaparecidos de guerra es un tema muy doloroso en Bosnia. De una población de tres millones y medio de habitantes mueren doscientas mil personas. Una de cada dos familias pierde un pariente. No es de sorprender que si bien la tarea de iniciar la identificación de los desaparecidos fue patrocinada por Bill Clinton, exista en la sociedad Bosnia un verdadero deseo de llevar a cabo la tarea y una resignación y exigencia que los culpables sean castigados en la corte de La Haya (Una situación claramente en contraste con otras sociedades donde el impacto de las guerras afecta a menos gente –¿Un asunto de números? Quizás. Al fin y al cabo en una democracia los números son los que cuentan y no se puede siempre asegurar el carácter conciliatorio que debe tener todo gobierno). Sin embargo, algunos criminales siguen sueltos ciertamente protegidos por la población y gobiernos (como es el caso con aquellos serbios). Pero los gobiernos nacionalistas defienden a sus héroes o criminales (depende con que lente se les vea). Y ello tiene consecuencias: la demorada colaboración del gobierno croata en entregar a los acusados les ha costado una segura inclusión en el club europeo. Serbia será difícilmente acogida en la comunidad internacional mientras los asesinos de Šrebernića sigan sueltos (una razón por la cual Montenegro decidió apartarse y finalmente enterrar a Yugoslavia). Así, todos los bandos cometieron barbaridades, entre ellos los mujaidin que convergieron en Bosnia del mundo islámico para ayudar en lo que se amalgamó en una lucha religiosa. Una temprana muestra de temible hermandad islámica, bastante antes de lo que ocurre en Irak. No es raro exhumar restos de campesinos serbios con los huesos llenos de cortes de los sablazos usados en sus torturas y decapitaciones.

Una buena parte del patrimonio religioso de Bosnia fue muy destruido sin haber recuperado su papel en la sociedad, pues durante Yugoslavia la religión no era una actividad social importante, la fé (ancestral) de los compañeros de partido no era de relevancia en un estado comunista y por tanto ateo. Los vecinos eran camaradas y no se cuestionaba nociones como su fé. La guerra se peleó en entre los varios grupos étnicos que tenían religiones diferentes; por supuesto para complicar las cosas, se ha sabido de unos peleando en el ejército de otros, pues finalmente en el caso de matrimonios y familias mixtas se debía tomar partido. Las amistades y la antigua camaradería que existía en aquella la más yugoslava de las instituciones, la JNA, muy pronto diezmado dejando sólo sus conscriptos serbios y montenegrinos, eran más simples de romper.

Al final de la guerra, sancionadas las nuevas fronteras de territorios ocupados por los serbios y reconociendo su república y creándose la federación musulmana-croata, ambas partes de Bosnia y Herzegovina, muchas ciudades inician la reconstrucción de sus edificios y monumentos. Pero ese proceso es en realidad una reconstrucción de los paisajes que se adaptan a las nuevas realidades políticas y religiosas. Así en muchas ciudades se procede a la eliminación de toda huella de otras culturas, sobretodo porque todas eran un salpicado de las tres religiones: nuevos paisajes para nuevos países. En Banja Luka, que se convierte en la capital serbia, se arrasan más de quince mezquitas, varias de ellas del siglo XVI, una de ellas una joya de la arquitectura turca en la región. Se destruye también la muy laica, pero turca, torre del reloj; el fuerte es demasiado vasto para ser arrasado... así, hoy se le llama fuerte romano. Hoy las mezquitas han vuelto a brotar en los barrios de Banja Luka aun si la población musulmana no es tan grande como antes de la guerra. Ciertamente la reconstrucción de la mezquita en el centro de la ciudad no se ha podido llevar a cabo aun, once años después del fin de la guerra, a pesar de las insistencias de la comunidad internacional; ¿pero cuanto le tomó a Alemania para construir un monumento a las víctimas de las limpiezas étnicas del siglo pasado? (de esas que nunca se habrían de repetir). Las mezquitas han vuelto a aparecer también en las zonas rurales. En este sentido, la comunidad internacional ha llevado a cabo una labor ejemplar en la restitución de las propiedades invadidas y en la reconstitución de las comunidades musulmanas en la zona serbia; ellas habían sido las más afectadas por la limpieza étnica. Muchos de estos pobladores regresan a vivir cerca de los galpones donde fueron encerrados y a las fosas comunes en las que muchos fueron enterrados. Obreros musulmanes trabajan en las exhumaciones de sus parientes y en un caso uno de ellos desenterró a quien había sido su tío, tal como lo comprobó con la tarjeta de identidad que llevaba el cadáver.
La emblemática ciudad de Mostar con población croata y musulmana –con una sola gran escuela media donde los primeros entran por una puerta y los segundos por otra— representa otro notorio caso de transformación del paisaje. El esbelto puente turco destruido durante la guerra ha sido reconstruido, pero en la ciudad se han construido otros hitos para afirmar la dualidad religiosa de ella: una enorme cruz en el promontorio desde donde se derribó el puente, y una nueva iglesia católica con un campanario que domina cualquiera de los minaretes de las históricas mezquitas. Sus campanas rivalizan con los cantos de la plegaria.

Sarajevo se mantiene como la ciudad multicultural por excelencia, con su prominente iglesia católica, su templo ortodoxo, y una otrora activa sinagoga en una dominante escena de mezquitas turcas. Sin embargo, en ese proceso de reconstruir una convivencia tolerante entre las poblaciones, interviene una corriente de “islamización” de una sociedad hasta entonces atea; es un lento proceso de reintroducción de creencias religiosas vedadas durante Yugoslavia. Ciertamente, las mezquitas que se construyen en la Republica Serbia, en los típicos barrios residenciales de altos edificios del Nuevo Sarajevo (y en Kosovo para tal caso) son financiados por países islámicos interesados en reintroducir la religión musulmana, pero además promovida por ciertas sectas como el wahhabismo. Hoy Sarajevo cuenta con más de una docena de nuevas mezquitas, madrazas (escuelas islámicas) y jóvenes que adoptan las convenciones de vestir islámicas, en una ciudad que se mantiene aun mayoritariamente laica.

La guerra causó graves daños tanto al patrimonio histórico y a la población de Bosnia y Herzegovina. Y nuestra contribución en la reconstrucción de la post-guerra de este país nos enfrentó a ambas tragedias. La “limpieza cultural”, un fenómeno no desconocido en guerras anteriores, se reduce a decisiones de ciertas poblaciones en redefinir sus paisajes. Grupúsculos nacionalistas de Banja Luka destruyeron en pocos días siglos de historia turca de la ciudad a la que los turistas acudían por su excepcional “aire islámico” y la convirtieron en un verdadero desierto turístico. Ciertamente, parte de esta renovación implicó la reconstrucción de una iglesia ortodoxa destruida en los bombardeos de 1942 y que permaneció sin reconstruir durante Yugoslavia. Por otro lado, el efecto de la guerra en las comunidades fue devastador, tanto por las actividades “convencionales” de una guerra (que incluyó el uso de francotiradores y sitios a poblaciones enteras; estrategias lamentablemente toleradas por la comunidad internacional), como por políticas de “limpieza étnica”, estrategias condenadas por esta misma comunidad y que en algunos casos, como en Bosnia, genera intervención militar.

Exhumar a los desaparecidos, desenterrarlos y auscultarlos no es una tarea muy difícil. Pero se convierte en muy delicada cuando se adquiere más conocimiento de detalles de la vida del individuo exhumado. Que uno de los trabajadores pueda encontrar a su tío es un caso muy fortuito, pero conocer a la madre, esposa o hermanos de la víctima es más común dado que uno se implica en el proceso hasta la etapa final, en la que se encuentra a la familia para verificar la identidad de la víctima preguntándole preguntas triviales sobre fracturas, caries, coronas que el pariente adquirió en vida. Es comprensible que en la congoja de los familiares y el tiempo transcurrido desde la guerra esos detalles sean muchas veces confusos. Estos detalles no hacen más que confirmar la muy poderosa información dada por el ADN, usado en cantidades industriales en el país.

Un lustro en los Balcanes se traducen en un balance positivo: miles de desaparecidos enterrados con nombre gracias al proceso de identificación clamado por las familias de Bosnia, y decenas de mezquitas en zonas serbias que atestiguan el retorno de las poblaciones desplazadas a sus lugares originales. Sin embargo, la reconstrucción del patrimonio histórico en los centros de las ciudades necesitará más tiempo, más que los once años pasados desde el fin de la guerra, y algunos años de proceso político en el cual se cuajen las relaciones entre los tres grupos. O, desde un punto de vista pesimista, en el cual la “guerra” aun no ha acabado, se resquebrajen sus relaciones para seguir transformando el mapa geopolítico de los Balcanes, algo que no sería ajeno al patrón histórico de la región.

Etiquetas:

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo said...

Muzzzas grazzzias zio Alvazo poz contazzznos todo lo que hazz vivido estozzz añozzz. Es muy intedezante. Pero quiedo que todo me lo cuentezzz cuando vengazzz a visitadme...
Muchos saludozzzzzz...
Joaquin

9:19 a.m.  

Publicar un comentario

<< Home