lunes, noviembre 27, 2006

De los archivos: Desarrollo de una arqueología andina: una superación de las arqueologías nacionales (1996)

(Publicado en El Comercio, Mayo 1996)

La cooperación científica y académica entre arqueólogos de paises andinos es una importante forma de perfeccionar los niveles de profesionalismo desarrollados en las últimas décadas en nuestras comunidades arqueológicas. Esta es una tarea esencial para crear en la comunidad arqueológica andina un grupo profesional que produzca investigaciones de alto nivel y genere información para enriquecer el conocimento del pasado de esta región, cuyos desarrollos culturales rebasan las divisiones geopolíticas modernas.

Esta cooperación se ha desarrollado en varias etapas en las últimas décadas. La primera etapa se inicio de los años setenta, con la participación de arqueólogos de un país en congresos nacionales de arqueología de otros paises. La creación de las jornadas peruano-bolivianas realizadas en un par de ocasiones son un ejemplo de ello. En esto refleja que se comprende la existencia de intereses comunes de arqueólogos de países límitrofes andinos.

La segunda etapa ocurre con la Conferencia de Paracas (1979, auspiciada por la UNESCO) que reune a investigadores de la región andina y donde, entre otros, se debate la definición de sub-áreas culturales andinas propuesta por el arqueólogo peruano L.G. Lumbreras. En esta reunión se enfatizó la importancia de los estudios de carácter regional, para obtener una perspectiva integral del desarrollo prehistórico de áreas culturales. Las regiones culturales en muchos casos exceden las fronteras modernas, tal como es el caso de la cuenca del Lago Titicaca, o de la región que se inicia al norte del Desierto de Sechura.

La tercera etapa se inicia con la creación en Lima del Instituto Andino de Estudio Arqueológicos (INDEA), cuya revista Gaceta Arqueológica Andina reune contribuciones de diversas áreas culturales de los Andes. Para los arqueólogos andinos la noticia de trabajos en otras áreas nos recuerda que la tarea de la arqueología no debe limitarse a la reconstrucción histórica de sociedades en cada país pero que debe abordar una perspectiva más amplia que compare y contraste desarrollos culturales de sociedades prehistóricas en las varias latitudes de los Andes.

Finalmente, una cuarta etapa corresponde a la participación de arqueólogos de un país andino en investigaciones de un país vecino, llevados a cabo en proyectos arqueológicos bilaterales. Varios proyectos están siendo co-dirigidos por arqueólogos peruanos, argentinos y bolivianos en Bolivia. Una fuente de financiación importante para la realización de estos proyectos proviene de la Organización de Estados Americanos que fomenta la investigación de ciudadanos americanos en paises del continente. Este tipo de cooperación favorece la comunicación de comunidades científicas de los diferentes paises andinos cuyos contextos académicos y de investigación tienen origenes diferentes.

Una futura etapa de esta cooperación ocurrirá cuando alguna universidad andina decida crear un programa de estudios graduados que rebase la escala nacional tanto por los integrantes de su planta docente, de su alumnado, y de sus temas de trabajo e investigación. En un contexto de extremas limitaciones financieras sólo uno o dos programas en el área andina podrán atender la demanda existente. Estos objetivos fueron practicados en varios seminarios derivados de un programna debatido también en la Conferencias de Paracas. Sin embargo, el carácter esporádico de ellos y la carencia de una instutución permanente para acogerla impidió un constante y sistemático de la tarea de una arqueología académica andina. Un programa de este tipo será exitoso sólo si tiene intenciones de recibir investigadores de varios paises andinos, proveyendo un nivel de enseñanza que inicie de manera sistemática la creación de una disciplina arqueológica andina.

El desarrollo de la arqueología andina ocurre en un proceso inversamente proporcional a la perpetración de arqueologías nacionalistas fomentadas en la década de los cincuenta. La vigencia de las arqueologías "nacionales" tiene origen en la política de estados modernos andinos (y mesoamericanos) de construir una identidad nacional con los principales íconos del pasado prehispánico. Un ejemplo de ello es el esfuerzo en Bolivia por "construir" Tiahuanaco como pilar del desarrollo andino del país y presentarla como una cultural "boliviana" en oposición al fenómeno cultural Huari en los Andes Centrales. Este hecho va en desmedro de la investigación de otras sociedades prehispánicas desarrolladas tanto en el propio territorio de un país como fuera de él. Tiahuanaco, a 60 km de la frontera del Perú, fue una sociedad que tuvo repercusiones allende dicha frontera (durante mis estudios Tiahuanaco no fue incluída en el curso de Historia de Perú por ser esta una cultura "boliviana"). En el caso del Perú, conceptos prehispánicos dominaron el discurso político de los años cincuenta y sesenta. Las conspícuas evidencias arqueológicas de otras culturas en los Andes Centrales, de largo desarrollo anterior al Incario, han ayudado a "diversificar" los intereses de la arqueología y desarrollar investigaciones que comprendan todo el espectro de las sociedades prehispánicas.

No hay duda que la arqueología andina está en proceso de lograr niveles profesionales más exigentes. En el futuro es imperativo que los arqueólogos andinos, a la vez de haber madurado sus fundamentos teóricos y metodológicos, promuevan un intenso intercambio de ideas y resultados de investigación con la intención final de crear historias andinas, de una región en el pasado desprovista de las fronteras actuales, y reconstruir las organizaciones espaciales, políticas y sociales que estas sociedades ejercieron durante treinta siglos.

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