"Diplomacia" entre Museos: soluciones a la plaga del tráfico y otros casos de cooperación (2006)
En el prolífico mundo del tráfico de antigüedades hay actores que sí se preocupan por su reputación, a la vez que mantienen el deseo de seguir adquiriendo objetos: los museos, especialmente aquellos de arte. Al fin y al cabo, en la última década los museos se han convertido, por necesidad, en instituciones de corte comercial, que, como resultado de la decreciente ayuda pública, deben encontrar formas originales de atraer al público y mantener en buen estado sus colecciones. (Por supuesto, hay también museos en el mundo que, por el contrario, están impedidos, se rehúsan o son incapaces de planear novedosas estrategias de financiación para un constante mejoramiento de servicios y tareas de difusión).
Una promoción exitosa puede hacerse de tres formas: sea presentando periódicamente nuevas piezas (manteniendo la atención del público), sea preparando exposiciones atractivas sobre temas que resuenen en el mundo cultural usando artefactos a disposición en sus colecciones, o, por último, contratando exposiciones preparadas por otros museos. De estas tres opciones, la primera es la más delicada: es difícil hoy en día adquirir legalmente objetos de origen arqueológico. Es decir, que un museo compre un objeto de gran valor y lo exhiba. Hoy el tráfico de piezas se canaliza sobretodo a colecciones privadas, tal como lo demostró la repartición de las piezas de Sipán.
El hecho que los museos manejen objetos de origen ilegal, o de objetos que puedan custodiar de forma ilegal, genera graves problemas. Veamos dos casos concretos y muy actuales que ilustran los problemas que surgen en tal situación y las negociaciones que, en el mejor de los casos, ella suscita. En el peor de los casos se establecen largos juicios. El primer ejemplo, muy reciente, es el pacto acordado entre el gobierno de Italia y el Museo Metropolitano de Nueva York, y, en contraste, el enfrentamiento con el Museo Getty de Los Angeles. El segundo caso se refiere a la colección de Machu Picchu excavada por Hiram Bingham entre 1911 y 1915 y en custodia en el Museo Peabody de la Universidad de Yale.
El propósito de citar ambos temas de forma comparativa se refiere al tema de este artículo: encontrar soluciones a casos de posesión ilegal de patrimonio cultural por parte de museos. Es decir, "negociar" entre ambas partes para resolver los problemas en cuestión y encontrar soluciones de mutuo beneficio.
El gobierno italiano sospechaba desde 1972 que el Museo Metropolitano poseía un conjunto de objetos saqueados de tumbas etruscas y helenísticas que habían llegado a las arcas del museo por vías ilegales. En tal entonces, el vaso griego (foto), que era la pieza más destacada de la colección, fue puesta en exhibición inmediatamente, azuzando aun más los ánimos entre gobierno de Italia y el museo. (Hay que mencionar, que la estrategia opuesta, aquella de guardar el objeto un tiempo prudente entre su compra [clandestina] y su exhibición, tampoco funcionó: el gobierno turco sin olvidar el robo de un artefacto lo reclamó inmediatamente fue presentada en exposición). En esos años no existían las estrictas leyes internacionales actuales para impedir este tráfico y por ende los museos eran protagonistas importantes del mercado. La misma sospecha se tuvo con una serie de mármoles en posesión del Museo Getty. Las negociaciones de Italia con ambos museos han llegado a muy diferentes puntos: por un lado un interesante y ejemplar acuerdo se ha logrado con el museo Metropolitano, mientras el Getty ha desoído los pedidos italianos.
Esta cita del New York Times (9/11/06) lo explica en detalle: “Un año después de enjuiciar a un curador de un museo americano por cargos de adquirir antigüedades ilegalmente, el gobierno italiano ha tenido algunos resultados impresionantes. Valiéndose de evidencia judicial y de una agresiva diplomacia pública, ha convencido al Museo Metropolitano de Arte y al Museo de Artes de Boston, de renunciar a algunos de sus artefactos más finos. Y otras obras de arte antiguo en otros museos están en las miras de las autoridades italianas.” Se añade que las negociaciones con el Getty, el museo con las piezas más importantes que reclama Italia, no han progresado.
¿A que solución llegaron Italia y el Museo Metropolitano? A cambio de la devolución de las piezas saqueadas y traficadas, Italia prestará por un periodo extendido otro grupo de piezas pertenecientes al sistema de museos italianos. Sin duda estas piezas a ser custodiadas por el Metropolitano serán de la calidad artística y valor histórico como aquellas a las que devuelven a Italia. Una solución interesante que permite recuperar piezas robadas, registrarlas en los catálogos de patrimonio nacional y exhibirlas con la atención mediática que les genera por ser piezas recuperadas.
El segundo caso es un ejemplo peruano, el de los artefactos arqueológicos de Machu Picchu. Este es un caso algo más claro y respaldado por documentos (si bien no se descarta que cierto grado de negociación deba ocurrir aquí también para lograr un acuerdo beneficioso para ambas partes, antes de llegar al ámbito judicial). Si bien sólo una decena de años antes Max Uhle había podido exportar, sin condiciones, piezas excavadas en la costa al museo de la Universidad de California en Berkeley (donde aun se conservan), para 1911, Hiram Bingham y la Universidad de Yale se comprometieron a devolver las piezas excavadas en Machu Picchu luego de un año de estudio en el Museo Peabody de la universidad.
Ciertamente, tanto Perú como Yale habían de cierta manera olvidado por años esta colección, y de hecho Yale nunca había imaginado su potencial hasta que la incorporó como base de una exitosa exhibición hace un par de años. Esta excelente exhibición sobre los Incas, apoyada en los objetos de Machu Picchu, fue luego alquilada, siguiendo la tendencia comercial de estas instituciones y debido a lo atractivo de ella, a cinco museos de los Estados Unidos. (El alquiler de muestras es un formato común en el circuito de exposiciones itinerantes. Lamentablemente en Perú son sólo las colecciones privadas, custodias de buena parte del patrimonio, las que se empeñan en percibir esos ingresos. Son pocos los museos del sistema nacional que usan este método para recaudar fondos.)
El gobierno de Perú en su programa de política cultural cree en la importancia de recuperar esta colección (su importancia intrínseca está fuera de cuestión). La negociación bajo los preceptos del caso Italia-Metropolitano podría brindar opciones interesantes. Las primeras reacciones de Yale a un posible retorno de las piezas a Perú, tal como lo estipulaban los acuerdos (promovidos en tales días por Luís E. Valcárcel) no han sido positivas. Hasta hoy dos años de negociación han llegado a poco, con Yale proponiendo que las piezas podrían ser compartidas entre ambas instituciones y Perú exigiendo una devolución incondicional. Tanto así que se podría iniciar un juicio sobre el asunto. En tal caso, un testigo importante seria la patrocinadora de la expedición de Bingham, la Sociedad Geográfica Nacional, quienes opinan que Yale tiene “no sólo la obligación moral, pero legal de devolver la colección”.
¿Qué institución en Perú las podría albergar? Ciertamente el Museo de Sitio de Machu Picchu, que infelizmente tiene pocas visitas (en proporción a las visitas del sitio mismo) y necesita una remoción significativa. Pero ciertamente ni Yale ni nadie tiene porqué cuestionar este aspecto (como lo hacen los ingleses del Museo Británico cuando subrayan que en Atenas los frisos del Partenón no se exhibirían con la misma seguridad y calidad que en Londres).
Y ciertamente pienso que son risibles las opiniones que arguyen que Perú está haciendo “política simbólica” con los artefactos precolombinos de su patrimonio. Esto es una redundancia. La cultura es política, tanto para Perú como para Yale. La pérdida de la colección sería un duro golpe para Yale, pues ha provisto una importante fuente de ingresos. No hay actores desinteresados; no hay, cuando se trata de objetos heredados de las grandes civilizaciones de la antigüedad, de acciones “objetivas” que se sustenten en simples aspectos estéticos o artísticos. La cultura es una actividad esencial en nuestras sociedades, pero es siempre usada como instrumento político tanto para causas inocentes como para causas terribles, y todo matiz entre ambos extremos. Perú y Yale deben pronto llegar a un acuerdo ingenioso, pero es aparente que ninguna parte esté dispuesta a ceder.
Termino con otra idea. Esta estrategia de negociaciones, préstamos y custodias puede por supuesto extenderse a otras colecciones, aquellas que son propiedad incontestada de los museos. Perú nunca ha reclamado la propiedad de los más de 120,000 objetos en posesión del Museo Etnográfico de Berlín o la colección de Pachacamac custodiados en el Museo de la Universidad de Filadelfia. Pero considerando que el Instituto Nacional de Cultura está planeando la construcción del nuevo museo de Pachacamac ¿no sería interesante entablar conversaciones con el museo de Filadelfia para exhibir piezas de las excavaciones de Uhle de 1898? ¿No sería importante tener obtener en préstamo una muestra de los sorprendentes textiles de Pachacamac que se guardan en Berlín? El resultado sería un extraordinario museo de sitio que habrá buscado en un proceso de “diplomacia” cultural crear una muestra representativa de la larga y rica evolución de Pachacamac, el santuario andino por excelencia.
Una promoción exitosa puede hacerse de tres formas: sea presentando periódicamente nuevas piezas (manteniendo la atención del público), sea preparando exposiciones atractivas sobre temas que resuenen en el mundo cultural usando artefactos a disposición en sus colecciones, o, por último, contratando exposiciones preparadas por otros museos. De estas tres opciones, la primera es la más delicada: es difícil hoy en día adquirir legalmente objetos de origen arqueológico. Es decir, que un museo compre un objeto de gran valor y lo exhiba. Hoy el tráfico de piezas se canaliza sobretodo a colecciones privadas, tal como lo demostró la repartición de las piezas de Sipán.
El hecho que los museos manejen objetos de origen ilegal, o de objetos que puedan custodiar de forma ilegal, genera graves problemas. Veamos dos casos concretos y muy actuales que ilustran los problemas que surgen en tal situación y las negociaciones que, en el mejor de los casos, ella suscita. En el peor de los casos se establecen largos juicios. El primer ejemplo, muy reciente, es el pacto acordado entre el gobierno de Italia y el Museo Metropolitano de Nueva York, y, en contraste, el enfrentamiento con el Museo Getty de Los Angeles. El segundo caso se refiere a la colección de Machu Picchu excavada por Hiram Bingham entre 1911 y 1915 y en custodia en el Museo Peabody de la Universidad de Yale.
El propósito de citar ambos temas de forma comparativa se refiere al tema de este artículo: encontrar soluciones a casos de posesión ilegal de patrimonio cultural por parte de museos. Es decir, "negociar" entre ambas partes para resolver los problemas en cuestión y encontrar soluciones de mutuo beneficio.
El gobierno italiano sospechaba desde 1972 que el Museo Metropolitano poseía un conjunto de objetos saqueados de tumbas etruscas y helenísticas que habían llegado a las arcas del museo por vías ilegales. En tal entonces, el vaso griego (foto), que era la pieza más destacada de la colección, fue puesta en exhibición inmediatamente, azuzando aun más los ánimos entre gobierno de Italia y el museo. (Hay que mencionar, que la estrategia opuesta, aquella de guardar el objeto un tiempo prudente entre su compra [clandestina] y su exhibición, tampoco funcionó: el gobierno turco sin olvidar el robo de un artefacto lo reclamó inmediatamente fue presentada en exposición). En esos años no existían las estrictas leyes internacionales actuales para impedir este tráfico y por ende los museos eran protagonistas importantes del mercado. La misma sospecha se tuvo con una serie de mármoles en posesión del Museo Getty. Las negociaciones de Italia con ambos museos han llegado a muy diferentes puntos: por un lado un interesante y ejemplar acuerdo se ha logrado con el museo Metropolitano, mientras el Getty ha desoído los pedidos italianos.
Esta cita del New York Times (9/11/06) lo explica en detalle: “Un año después de enjuiciar a un curador de un museo americano por cargos de adquirir antigüedades ilegalmente, el gobierno italiano ha tenido algunos resultados impresionantes. Valiéndose de evidencia judicial y de una agresiva diplomacia pública, ha convencido al Museo Metropolitano de Arte y al Museo de Artes de Boston, de renunciar a algunos de sus artefactos más finos. Y otras obras de arte antiguo en otros museos están en las miras de las autoridades italianas.” Se añade que las negociaciones con el Getty, el museo con las piezas más importantes que reclama Italia, no han progresado.
¿A que solución llegaron Italia y el Museo Metropolitano? A cambio de la devolución de las piezas saqueadas y traficadas, Italia prestará por un periodo extendido otro grupo de piezas pertenecientes al sistema de museos italianos. Sin duda estas piezas a ser custodiadas por el Metropolitano serán de la calidad artística y valor histórico como aquellas a las que devuelven a Italia. Una solución interesante que permite recuperar piezas robadas, registrarlas en los catálogos de patrimonio nacional y exhibirlas con la atención mediática que les genera por ser piezas recuperadas.
El segundo caso es un ejemplo peruano, el de los artefactos arqueológicos de Machu Picchu. Este es un caso algo más claro y respaldado por documentos (si bien no se descarta que cierto grado de negociación deba ocurrir aquí también para lograr un acuerdo beneficioso para ambas partes, antes de llegar al ámbito judicial). Si bien sólo una decena de años antes Max Uhle había podido exportar, sin condiciones, piezas excavadas en la costa al museo de la Universidad de California en Berkeley (donde aun se conservan), para 1911, Hiram Bingham y la Universidad de Yale se comprometieron a devolver las piezas excavadas en Machu Picchu luego de un año de estudio en el Museo Peabody de la universidad.
Ciertamente, tanto Perú como Yale habían de cierta manera olvidado por años esta colección, y de hecho Yale nunca había imaginado su potencial hasta que la incorporó como base de una exitosa exhibición hace un par de años. Esta excelente exhibición sobre los Incas, apoyada en los objetos de Machu Picchu, fue luego alquilada, siguiendo la tendencia comercial de estas instituciones y debido a lo atractivo de ella, a cinco museos de los Estados Unidos. (El alquiler de muestras es un formato común en el circuito de exposiciones itinerantes. Lamentablemente en Perú son sólo las colecciones privadas, custodias de buena parte del patrimonio, las que se empeñan en percibir esos ingresos. Son pocos los museos del sistema nacional que usan este método para recaudar fondos.)
El gobierno de Perú en su programa de política cultural cree en la importancia de recuperar esta colección (su importancia intrínseca está fuera de cuestión). La negociación bajo los preceptos del caso Italia-Metropolitano podría brindar opciones interesantes. Las primeras reacciones de Yale a un posible retorno de las piezas a Perú, tal como lo estipulaban los acuerdos (promovidos en tales días por Luís E. Valcárcel) no han sido positivas. Hasta hoy dos años de negociación han llegado a poco, con Yale proponiendo que las piezas podrían ser compartidas entre ambas instituciones y Perú exigiendo una devolución incondicional. Tanto así que se podría iniciar un juicio sobre el asunto. En tal caso, un testigo importante seria la patrocinadora de la expedición de Bingham, la Sociedad Geográfica Nacional, quienes opinan que Yale tiene “no sólo la obligación moral, pero legal de devolver la colección”.
¿Qué institución en Perú las podría albergar? Ciertamente el Museo de Sitio de Machu Picchu, que infelizmente tiene pocas visitas (en proporción a las visitas del sitio mismo) y necesita una remoción significativa. Pero ciertamente ni Yale ni nadie tiene porqué cuestionar este aspecto (como lo hacen los ingleses del Museo Británico cuando subrayan que en Atenas los frisos del Partenón no se exhibirían con la misma seguridad y calidad que en Londres).
Y ciertamente pienso que son risibles las opiniones que arguyen que Perú está haciendo “política simbólica” con los artefactos precolombinos de su patrimonio. Esto es una redundancia. La cultura es política, tanto para Perú como para Yale. La pérdida de la colección sería un duro golpe para Yale, pues ha provisto una importante fuente de ingresos. No hay actores desinteresados; no hay, cuando se trata de objetos heredados de las grandes civilizaciones de la antigüedad, de acciones “objetivas” que se sustenten en simples aspectos estéticos o artísticos. La cultura es una actividad esencial en nuestras sociedades, pero es siempre usada como instrumento político tanto para causas inocentes como para causas terribles, y todo matiz entre ambos extremos. Perú y Yale deben pronto llegar a un acuerdo ingenioso, pero es aparente que ninguna parte esté dispuesta a ceder.
Termino con otra idea. Esta estrategia de negociaciones, préstamos y custodias puede por supuesto extenderse a otras colecciones, aquellas que son propiedad incontestada de los museos. Perú nunca ha reclamado la propiedad de los más de 120,000 objetos en posesión del Museo Etnográfico de Berlín o la colección de Pachacamac custodiados en el Museo de la Universidad de Filadelfia. Pero considerando que el Instituto Nacional de Cultura está planeando la construcción del nuevo museo de Pachacamac ¿no sería interesante entablar conversaciones con el museo de Filadelfia para exhibir piezas de las excavaciones de Uhle de 1898? ¿No sería importante tener obtener en préstamo una muestra de los sorprendentes textiles de Pachacamac que se guardan en Berlín? El resultado sería un extraordinario museo de sitio que habrá buscado en un proceso de “diplomacia” cultural crear una muestra representativa de la larga y rica evolución de Pachacamac, el santuario andino por excelencia.
Etiquetas: museos trafico saqueo promocion
1 Comentarios:
El hecho que los museos manejen objetos de origen ilegal, o de objetos que puedan custodiar de forma ilegal, genera graves problemas.
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