Lambayeque: un día en el polo turístico más atractivo del Perú (2006)
Me quedaban pocos días en Lima y quería coronar la buena estadía de trabajo y de visita familiar, además de exitosa degustación de sabores bien conocidos y nunca bien ponderados, con la visita a una región de la que no hacía más que tener noticia cuando estaba fuera de Perú: Lambayeque, de donde se oye de nuevos museos, nuevos sitios, grandes tumbas, intactas, robadas, pero también tala de algarrobos, invasiones, Simons, y aparentemente pocos turistas. En el papel, o en el mapa, se veía como la concentración más densa de sitios monumentales y museos, según el último mapa del Touring Club (que compré después de religiosamente renovar mi brevete internacional).
Sí, ahí estaban los pequeños trapecios que representan los monumentos... Túcume, Batán Grande, Sipán, Pampa Grande, Chotuna, Apurlec... los triángulos de los museos Brüning y Tumbas Reales, juntos en Lambayeque, Túcume, un poco más chico, sólo un poco más al norte, un museo de sitio, como el de Sipán. ¡Ah! Y el último de la lista, el Museo de Sicán en Ferreñafe, muy nuevo pero algo fuera del circuito... Bueno, no... Hay una pista que lo une a Lambayeque, eso dice el mapa. Estoy seguro que se puede llegar rápido y de allí pasar a Sipán. ¿Se podrá hacer todo esto en un día...? Llego en el vuelo de las 8, regreso en el de las 7. Estoy seguro que se puede. En total, es un anillo de sólo 120 Km. Alquilaré un taxi en el mismo aeropuerto que me esperará en cada sitio y me regresará al aeropuerto. Unas 10 horas de periplo, intenso, con poco tiempo para digerir lo que se ve, no ideal pero factible. ¿Quizás Lambayeque necesite más días de visita? Me pregunto si está afianzado como circuito turístico... no tengo idea. Cuando veo ocasionalmente una publicidad de Perú es Machu Picchu y la niebla, Cusco en tinieblas a la luz de velas, pero nunca nada del Señor de Sipán, del Viejo Señor de Sipán, del Señor de Sicán... toda esta élite de antepasados... de hecho nunca ha habido tantas tumbas reales excavadas en un territorio tan circunscrito. Un sueño para un operador turístico y para el turista que no tiene que moverse mucho, como me iba a pasar a mí, raudamente devorando la atractiva oferta cultural de la región.
Llego en corto vuelo de una hora, en el que no muchos parecen ser turistas. Busco taxista, sin taxímetro, negocio el precio, pago al regreso, hecho, y a las 9.15 a.m. estoy frente al Museo de las Tumbas Reales de Sipán. Yo y trescientos escolares en sus tradicionales uniformes gris rata (me gustaría usar el muy criollo panza de burro, pero ese color es más claro). Me escurro entre el tumulto de la llegada de los chicos y me encuentro subiendo primero la rampa de la tumba roja...digo, la rampa que lleva a la entrada del museo. El diseño del edificio es una interpretación libre de lo que es una de las típicas pirámides truncadas de la región; la pirámide original sirvió para ser un mausoleo y era algo más baja. El diseño tiene sus detalles modernos, licencia arquitectónica, como son los cinco “sellos” y sus gigantes motivos que coronan la arista de la pirámide. Pero es una acertada interpretación. Así uno inicia la experiencia observando el edificio, y pronto uno se encuentra dentro de la pirámide, con su ambiente oscuro e iluminación restringida a las vitrinas. Y la visita nos lleva al interior de la tumba, como si fuéramos topos, que horadamos la pirámide desde su cima y comenzamos nuestro viaje en el tiempo y a encontrarnos con todos sus restos: cada una de las tres tumbas que se inhumaron una sobre la otra, en diferentes momentos en la vida del sitio de Sipán en un lapso de 150 años de la historia Mochica en el valle. Se nota el detalle y cuidado en la preparación de la muestra y uno no puede más que pensar que uno es testigo de algo nunca visto, ni en Perú ni el mundo. En otras palabras, una muestra del Señor de Sipán en cualquier otro museo no puede transmitir esta experiencia. Un museo físicamente virtual. Hay poco tiempo para contemplación e inacción. Siguiente parada, Túcume.
Túcume es un sitio excepcional, ¡qué densidad de pirámides! ¡Qué tumulto de religiosidad! si es que todas ellas tenían un carácter religioso. A sólo 25 minutos de Lambayeque, pero la pista deja mucho que desear. El chofer salva la amortiguación del auto pero a costa de la dirección. Se comienza la visita con un agradable museo de sitio, pequeño, construido con palos
de algarrobo, adobe, caña y barro. Lo mejor es el recorrido sugerido entre los monumentos, con escuetos paneles que guían al visitante entre las pirámides. Y un tentador sendero hacia un mirador a media altura del cerro sobre cuyas faldas se asienta el sitio y que promete una vista excepcional. Pero no hay tiempo para eso.
Son ya son las 12.30. Hasta ahora, ya he tenido que renunciar a visitar varios monumentos que estaban en el camino: el Museo Brüning, esencial para entender la larga prehistoria de Lambayeque, el sitio de Chotuna, entre la carretera y el mar, y Apurlec, a sólo 30 Km. al norte de Túcume... y nadie responde por la calidad de la pista. De haber visitado estos tres sitios me hubiera tenido que regresar al aeropuerto a cabo de su visita, aunque quizás daba tiempo para una parada en el interesante mercado de curanderos de Chiclayo.
Resulta que tampoco nadie se fía de la pista a Ferreñafe, mi siguiente parada, que es en realidad una vía de trabajo para los inmensos camiones azucareros y su condición es bastante pobre. Una hora después se llega al Museo Sicán en las afueras de la ciudad, que alberga los descubrimientos de otro gobernante cuya tumba se excavó en el vecino recinto Sicán en el bosque de algarrobo de Poma. Por estar a unos 40 minutos, y requerir unas 2-3 horas de visita, mínimo, este sitio está también fuera de plan. Así que a descubrirlo en el museo, cuya construcción es también reminiscente de una pirámide prehispánica, aunque tanto menos impactante que la de Sipán. ¿Por su talud? ¿Por su color? ¿Su falta de rampa? El diseño de la exhibición es tradicional y la exhibición de sus tesoros no nos lleva transportarnos y sentirnos en el medio contenido del museo rojo. Por cierto, el guión del Museo Sicán se compromete más a enseñarnos numerosos aspectos de esta sociedad como metalurgia y arquitectura Sicán, y al salir sabemos más que de estos temas de la sociedad Mochica. Tiempo. Porque hay que almorzar y en el museo recomiendan un plato de frijoles con cabrito en la plaza de armas. Suenan las 3.30 p.m. Sobran dos horas y media. ¿Museo de sitio de Sipán? Vamos.
El camino para llegar al sitio de Sipán es sinuoso entre los extensos campos de azúcar del valle, no existe un camino directo que permita una rápida comunicación entre estas atracciones. Una cosa es tener pobre caminos a los sitios digamos “secundarios”, pero entre los tres sitios principales deberían ser un paseo, si es que hay voluntad política de desarrollar la región para usufructo turístico, porque finalmente los turistas son atraídos por la facilidades y conveniencias en su visita. Así, nos hemos demorado poco menos de una hora en llegar para la corta visita al mausoleo, donde al fondo de la cámara mortuoria se expone la reproducción de la tumba del Señor de Sipán, en un escenario bastante menos impresionante que el brindado por el museo. Asimismo, esta visita permite observar que la plataforma es bastante menos imponente que la pirámide del museo en la que se presenta las tres tumbas. Una situación interesante: la licencia museográfica para exaltar la experiencia del visitante (y por razones prácticas de espacio). Ciertamente, estar en el sitio nos permite observar la planificación del sitio: una gran pirámide, que parecen dos pues está “rajada” (como se además le dice) y la discreta plataforma aledaña donde se encontraron los entierros. 5.10 p.m. Hora de partir al aeropuerto. De todas formas en esta época ya oscurece. Al regresar a Chiclayo dejo de visitar dos sitios importantes, pues claramente no hay tiempo. Pampa Grande, que tiene la pirámide más voluminosa de las Américas, a sólo 20 minutos al norte, y Patapo, un asentamiento muy extenso en buen estado de conservación, a unos 30 minutos al oeste. Estos dos sitios requerirían de unas 4 horas más de visita.
En el aeropuerto en la habitual confusión de una cola de embarque, hago una rápida evaluación de la situación. He visto dos museos, dos museos de sitio, dos sitios arqueológicos. Sin tiempo para “oler las rosas” como se dice en el mundo anglófono, que en el caso de Lambayeque bien podría ser oler la buganvilla, si tuviera olor. He dejado de ver un museo, cinco sitios arqueológicos fácilmente accesibles en este llano valle de Lambayeque. Es decir, es claro que una visita a Lambayeque requiere de mayor cuidado.
Entretanto, antes de publicar esta corta bitácora se la mando a mi prima para que la lea. Me contesta: “como se nota que eres arqueólogo, totalmente arqueo-céntrico. Sí. Lambayeque ofrece los tres grandes museos y los museos de sitio... pero a su vez muchas otras riquezas que no están integradas en un circuito turístico que son de potencial muy atractivo...como parte de tu oler las buganvillas si quieres... me refiero a los artesanos de toda esta zona, en el puerto de Santa Rosa (el puerto de pesca tradicional más grande del Perú) donde existen unos tejedores increíbles de alforjas de hilo y de los algodones nativos de colores marrones y cremas, en Puerto Eten los tejedores de sombreros de paja, los trabajos en bordados de hilo, la miel de algarrobina, un cementerio de trenes de la época de oro de los ingenios, y un muelle muy impresionante, etc. Pienso que son esas actividades tradicionales que podrían ser asequibles como “talleres abiertos”, donde se muestra el proceso de producción de estas actividades manteniendo viva toda su tradición... y por supuesto termina con un pequeño punto de venta para turistas.
Y con esta acotación subrayo lo que sospechaba, soy arqueo-céntrico, hay otras actividades muy importantes en Lambayeque que optimizan su atractivo, y se necesitan por lo menos tres días para realmente tener una buena impresión de la región y su riqueza cultural. Entonces, ¿por qué la región no se ha destacado como un nuevo polo de desarrollo turístico? Definamos polo, extrapolando del listado “polo industrial”: zona oficialmente delimitada, cuyo desarrollo turístico se trata de conseguir mediante diversas medidas de favor a las atracciones turísticas que en aquella se preparen.
Con esta idea en mente, la política de promoción turística será tema de una próxima entrega.
Sí, ahí estaban los pequeños trapecios que representan los monumentos... Túcume, Batán Grande, Sipán, Pampa Grande, Chotuna, Apurlec... los triángulos de los museos Brüning y Tumbas Reales, juntos en Lambayeque, Túcume, un poco más chico, sólo un poco más al norte, un museo de sitio, como el de Sipán. ¡Ah! Y el último de la lista, el Museo de Sicán en Ferreñafe, muy nuevo pero algo fuera del circuito... Bueno, no... Hay una pista que lo une a Lambayeque, eso dice el mapa. Estoy seguro que se puede llegar rápido y de allí pasar a Sipán. ¿Se podrá hacer todo esto en un día...? Llego en el vuelo de las 8, regreso en el de las 7. Estoy seguro que se puede. En total, es un anillo de sólo 120 Km. Alquilaré un taxi en el mismo aeropuerto que me esperará en cada sitio y me regresará al aeropuerto. Unas 10 horas de periplo, intenso, con poco tiempo para digerir lo que se ve, no ideal pero factible. ¿Quizás Lambayeque necesite más días de visita? Me pregunto si está afianzado como circuito turístico... no tengo idea. Cuando veo ocasionalmente una publicidad de Perú es Machu Picchu y la niebla, Cusco en tinieblas a la luz de velas, pero nunca nada del Señor de Sipán, del Viejo Señor de Sipán, del Señor de Sicán... toda esta élite de antepasados... de hecho nunca ha habido tantas tumbas reales excavadas en un territorio tan circunscrito. Un sueño para un operador turístico y para el turista que no tiene que moverse mucho, como me iba a pasar a mí, raudamente devorando la atractiva oferta cultural de la región.
Llego en corto vuelo de una hora, en el que no muchos parecen ser turistas. Busco taxista, sin taxímetro, negocio el precio, pago al regreso, hecho, y a las 9.15 a.m. estoy frente al Museo de las Tumbas Reales de Sipán. Yo y trescientos escolares en sus tradicionales uniformes gris rata (me gustaría usar el muy criollo panza de burro, pero ese color es más claro). Me escurro entre el tumulto de la llegada de los chicos y me encuentro subiendo primero la rampa de la tumba roja...digo, la rampa que lleva a la entrada del museo. El diseño del edificio es una interpretación libre de lo que es una de las típicas pirámides truncadas de la región; la pirámide original sirvió para ser un mausoleo y era algo más baja. El diseño tiene sus detalles modernos, licencia arquitectónica, como son los cinco “sellos” y sus gigantes motivos que coronan la arista de la pirámide. Pero es una acertada interpretación. Así uno inicia la experiencia observando el edificio, y pronto uno se encuentra dentro de la pirámide, con su ambiente oscuro e iluminación restringida a las vitrinas. Y la visita nos lleva al interior de la tumba, como si fuéramos topos, que horadamos la pirámide desde su cima y comenzamos nuestro viaje en el tiempo y a encontrarnos con todos sus restos: cada una de las tres tumbas que se inhumaron una sobre la otra, en diferentes momentos en la vida del sitio de Sipán en un lapso de 150 años de la historia Mochica en el valle. Se nota el detalle y cuidado en la preparación de la muestra y uno no puede más que pensar que uno es testigo de algo nunca visto, ni en Perú ni el mundo. En otras palabras, una muestra del Señor de Sipán en cualquier otro museo no puede transmitir esta experiencia. Un museo físicamente virtual. Hay poco tiempo para contemplación e inacción. Siguiente parada, Túcume.
Túcume es un sitio excepcional, ¡qué densidad de pirámides! ¡Qué tumulto de religiosidad! si es que todas ellas tenían un carácter religioso. A sólo 25 minutos de Lambayeque, pero la pista deja mucho que desear. El chofer salva la amortiguación del auto pero a costa de la dirección. Se comienza la visita con un agradable museo de sitio, pequeño, construido con palos
de algarrobo, adobe, caña y barro. Lo mejor es el recorrido sugerido entre los monumentos, con escuetos paneles que guían al visitante entre las pirámides. Y un tentador sendero hacia un mirador a media altura del cerro sobre cuyas faldas se asienta el sitio y que promete una vista excepcional. Pero no hay tiempo para eso.
Son ya son las 12.30. Hasta ahora, ya he tenido que renunciar a visitar varios monumentos que estaban en el camino: el Museo Brüning, esencial para entender la larga prehistoria de Lambayeque, el sitio de Chotuna, entre la carretera y el mar, y Apurlec, a sólo 30 Km. al norte de Túcume... y nadie responde por la calidad de la pista. De haber visitado estos tres sitios me hubiera tenido que regresar al aeropuerto a cabo de su visita, aunque quizás daba tiempo para una parada en el interesante mercado de curanderos de Chiclayo.
Resulta que tampoco nadie se fía de la pista a Ferreñafe, mi siguiente parada, que es en realidad una vía de trabajo para los inmensos camiones azucareros y su condición es bastante pobre. Una hora después se llega al Museo Sicán en las afueras de la ciudad, que alberga los descubrimientos de otro gobernante cuya tumba se excavó en el vecino recinto Sicán en el bosque de algarrobo de Poma. Por estar a unos 40 minutos, y requerir unas 2-3 horas de visita, mínimo, este sitio está también fuera de plan. Así que a descubrirlo en el museo, cuya construcción es también reminiscente de una pirámide prehispánica, aunque tanto menos impactante que la de Sipán. ¿Por su talud? ¿Por su color? ¿Su falta de rampa? El diseño de la exhibición es tradicional y la exhibición de sus tesoros no nos lleva transportarnos y sentirnos en el medio contenido del museo rojo. Por cierto, el guión del Museo Sicán se compromete más a enseñarnos numerosos aspectos de esta sociedad como metalurgia y arquitectura Sicán, y al salir sabemos más que de estos temas de la sociedad Mochica. Tiempo. Porque hay que almorzar y en el museo recomiendan un plato de frijoles con cabrito en la plaza de armas. Suenan las 3.30 p.m. Sobran dos horas y media. ¿Museo de sitio de Sipán? Vamos.
El camino para llegar al sitio de Sipán es sinuoso entre los extensos campos de azúcar del valle, no existe un camino directo que permita una rápida comunicación entre estas atracciones. Una cosa es tener pobre caminos a los sitios digamos “secundarios”, pero entre los tres sitios principales deberían ser un paseo, si es que hay voluntad política de desarrollar la región para usufructo turístico, porque finalmente los turistas son atraídos por la facilidades y conveniencias en su visita. Así, nos hemos demorado poco menos de una hora en llegar para la corta visita al mausoleo, donde al fondo de la cámara mortuoria se expone la reproducción de la tumba del Señor de Sipán, en un escenario bastante menos impresionante que el brindado por el museo. Asimismo, esta visita permite observar que la plataforma es bastante menos imponente que la pirámide del museo en la que se presenta las tres tumbas. Una situación interesante: la licencia museográfica para exaltar la experiencia del visitante (y por razones prácticas de espacio). Ciertamente, estar en el sitio nos permite observar la planificación del sitio: una gran pirámide, que parecen dos pues está “rajada” (como se además le dice) y la discreta plataforma aledaña donde se encontraron los entierros. 5.10 p.m. Hora de partir al aeropuerto. De todas formas en esta época ya oscurece. Al regresar a Chiclayo dejo de visitar dos sitios importantes, pues claramente no hay tiempo. Pampa Grande, que tiene la pirámide más voluminosa de las Américas, a sólo 20 minutos al norte, y Patapo, un asentamiento muy extenso en buen estado de conservación, a unos 30 minutos al oeste. Estos dos sitios requerirían de unas 4 horas más de visita.
En el aeropuerto en la habitual confusión de una cola de embarque, hago una rápida evaluación de la situación. He visto dos museos, dos museos de sitio, dos sitios arqueológicos. Sin tiempo para “oler las rosas” como se dice en el mundo anglófono, que en el caso de Lambayeque bien podría ser oler la buganvilla, si tuviera olor. He dejado de ver un museo, cinco sitios arqueológicos fácilmente accesibles en este llano valle de Lambayeque. Es decir, es claro que una visita a Lambayeque requiere de mayor cuidado.
Entretanto, antes de publicar esta corta bitácora se la mando a mi prima para que la lea. Me contesta: “como se nota que eres arqueólogo, totalmente arqueo-céntrico. Sí. Lambayeque ofrece los tres grandes museos y los museos de sitio... pero a su vez muchas otras riquezas que no están integradas en un circuito turístico que son de potencial muy atractivo...como parte de tu oler las buganvillas si quieres... me refiero a los artesanos de toda esta zona, en el puerto de Santa Rosa (el puerto de pesca tradicional más grande del Perú) donde existen unos tejedores increíbles de alforjas de hilo y de los algodones nativos de colores marrones y cremas, en Puerto Eten los tejedores de sombreros de paja, los trabajos en bordados de hilo, la miel de algarrobina, un cementerio de trenes de la época de oro de los ingenios, y un muelle muy impresionante, etc. Pienso que son esas actividades tradicionales que podrían ser asequibles como “talleres abiertos”, donde se muestra el proceso de producción de estas actividades manteniendo viva toda su tradición... y por supuesto termina con un pequeño punto de venta para turistas.
Y con esta acotación subrayo lo que sospechaba, soy arqueo-céntrico, hay otras actividades muy importantes en Lambayeque que optimizan su atractivo, y se necesitan por lo menos tres días para realmente tener una buena impresión de la región y su riqueza cultural. Entonces, ¿por qué la región no se ha destacado como un nuevo polo de desarrollo turístico? Definamos polo, extrapolando del listado “polo industrial”: zona oficialmente delimitada, cuyo desarrollo turístico se trata de conseguir mediante diversas medidas de favor a las atracciones turísticas que en aquella se preparen.
Con esta idea en mente, la política de promoción turística será tema de una próxima entrega.
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